miércoles, 11 de marzo de 2015

EL REINO MINERAL

El Reino Mineral y El Ser Humano
Cada vez que leo en los medios de comunicación algo sobre vida extra-terrestre en el Universo percibo que los científicos, en su mayoría, aún necesitan innumerables pruebas para aceptar que la Tierra no es el único cuerpo celeste en hospedar vida…
Exceptuadas las conclusiones dictadas por el discernimiento sumado al buen sentido, que considerarían un absurdo, un verdadero desperdicio el que tengamos un universo tan vasto y complejo al servicio único y exclusivo de nuestro pequeño y conturbado planeta, disponemos ahora de algo que acaba de una vez con ese obsoleto punto de vista.
¡Las piedras tienen vida y en los cuatro rincones del Cosmos! Y se encuentran en evolución permanente, tanto cuanto los animales y las plantas. Resultado de ello es un concepto nuevo y revolucionario sobre la interacción entre todos los Reinos, bastante más importante si se compara a aquel que siempre hemos estudiado, llegando al concepto –ahora probado- de forma clara y simple: la Vida (la Naturaleza) puede influenciar hasta lo infinito el nacimiento de nuevas especies minerales.
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Es imposible no percibir la belleza, la pujanza de la creación pulsando, aunque en tiempos y ritmos bastante distintos, en este extraordinario y aún poco explorado universo mineral… yendo mucho más allá de lo que ya conocemos, teniendo conocimiento de su espléndido propósito, de su finalidad precisa… aunque nuestras mentes no estén entrenadas todavía para imaginar, visualizar, intuir el movimiento inteligente, incesante, amoroso e intenso que ha provocado tantos cambios y perfeccionamiento en las formas, colores, energías e intentos.
A veces suelo pensar qué bueno sería si, por algunos minutos tan solo, los años se convirtiesen en segundos y me fuese permitido acompañar así el movimiento de estos aparentemente estáticos hermanos y hermanas de andadura (sí, presiento que la ley de los géneros, del masculino/femenino, del Yin y el Yang se aplica a todo y aquí también).
Podría acompañar de esta forma como en cámara lenta el impulso de los cristales de cuarzo rumbo al cielo, o el brotar como de flor de una amatista incrustada en su base de calcáreo… En esos momentos, noto más fuerte aún la presencia de la Fuente, del Universo amparándonos, creando –casi en nuestra rebeldía- una nueva estructura compleja de apoyo a la existencia humana… paralelamente brota también aquella fuerte sensación de no permanencia, cuando descubro que una entera vida humana en el planeta mal corresponde a un milimétrico movimiento de una drusa de cristal.
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